miércoles, 27 de octubre de 2010

HIDROMIEL, VINO Y AGUA





ἔνθ ἱερήια μὲν Περιμήδης Εὐρύλοχός τε
ἔσχον : ἐγὼ δ' ἄορ ὀξὺ ἐρυσσάμενος παρὰ μηροῦ
βόθρον ὄρυξ ὅσσον τε πυγούσιον ἔνθα καὶ ἔνθα ,
ἀμφ αὐτῷ δὲ χοὴν χεόμην πᾶσιν νεκύεσσι ,
πρῶτα μελικρήτῳ , μετέπειτα δὲ ἡδέι οἴνῳ ,
τὸ τρίτον αὖθ ὕδατι :

Allí, en tanto que Perimedes y Euríloco sostenían las víctimas,
yo, desenvainando la aguda espada ceñida junto al muslo,
cavé un agujero de un codo por cada lado;
en su entorno hice libación a todos los muertos,
en primer lugar con hidromiel, después con dulce vino
y por tercera vez con agua.

Homero, La Odisea, canto XI, verso 23 y siguientes.




En el artículo anterior, cuando tratábamos acerca de lo que los iberos aprendieron de los griegos de Emporion, escribimos: “la nueva costumbre de beber vino provocó un cambio en el tipo de vasos…” De lo que se deduce que los griegos tenían la costumbre de beber vino y, ante esto, podemos preguntarnos ¿bebían mucho? y ¿qué bebían? A la primera pregunta responderíamos que sí, que bebían, si no mucho, al menos sí de forma habitual. A la segunda responderíamos diciendo que bebían muchas cosas: leche de cabra y de oveja, zumos de hierbas y frutas, también solían triturar frutos secos como almendras, avellanas, higos… con los que hacían brebajes más o menos espesos según les añadieran más o menos agua. Pero no vamos a entrar en un tratado gastronómico o alimenticio de los antiguos griegos --esto en todo caso lo dejaremos para otra ocasión-- hoy nos limitaremos a las tres bebidas que no sólo eran, con mucha diferencia, las más habituales, sino que además tenían un carácter verdaderamente ritual. Hoy hablaremos del hidromiel, el vino y el agua.


HIDROMIEL

El hidromiel o aguamiel es una bebida alcohólica obtenida de la fermentación de una mezcla de miel y agua en la proporción aproximada de cuatro partes de miel y entre seis y diez partes de agua, según la graduación alcohólica que se desee obtener.

Las primeras menciones conocidas de esta bebida proceden del segundo milenio antes de Cristo y para algunos historiadores es anterior al vino. De ser esto cierto, el hidromiel sería la primera bebida alcohólica consumida por la humanidad.

En cualquier caso, de lo que no hay duda es que el hidromiel fue elaborado y consumido desde la más remota antigüedad por todas las grandes civilizaciones del mundo entero, desde el norte de Europa hasta Egipto, desde el Próximo Oriente hasta el imperio Maya y otros pueblos de la América precolombina.

Su antigüedad y su universalidad son fácilmente explicables si tenemos en cuenta que el elemento básico para su elaboración, la miel, se puede encontrar fácil y espontáneamente en la naturaleza, en casi todas las latitudes y bajo casi todos los climas. Sólo hay que recogerla, sin que sea necesario ningún cultivo ni ninguna elaboración anterior, cosa que no ocurre con el vino, que, además de exigir un clima determinado para la uva, requiere el cultivo de ese fruto o, por lo menos, su trabajosa recolección, allí donde crecía de forma silvestre, y su posterior prensado para la extracción del mosto.

El hidromiel es considerado como el probable precursor de la cerveza por su particularidad de formar espuma, por su color característico y por su, en general, baja graduación alcohólica.

En la Hélade, aún en la Edad del Bronce, los aqueos eran ya asiduos y corrientes consumidores del hidromiel, según podemos deducir por las veces que esta bebida es mencionada en los poemas homéricos y en otros textos. Luego los jonios, los eolios y los dorios también la consumieron, siendo una bebida muy habitual en la época clásica.

El hidromiel en griego clásico se llamó melikraton (μελικρατον) y para su elaboración preferían la miel clara, fluida y muy dulce propia de zonas húmedas y con abundancia de flores, a la más oscura, espesa y menos dulce de las zonas secas y esteparias, ya que esta última al contener menos azúcar producía una fermentación con menor grado alcohólico, aunque probablemente más aromatizada.


VINO

El vino, fermentación alcohólica del zumo de la uva prensada, es también una bebida antiquísima cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, entre teorías, suposiciones y análisis químicos de restos de alfarería hallados por los arqueólogos. Unos sitúan sus orígenes en el Neolítico, otros se remontan al Paleolítico superior haciendo coincidir el descubrimiento de esta fermentación con los primeros usos de la alfarería.

En cualquier caso, ciñéndonos al tiempo histórico de la Grecia arcaica y clásica, ya desde la Edad del Bronce, la variedad de vid vitis vinifera se cultivaba en todo el ámbito del Mediterráneo Oriental, en el Creciente Fértil (Mesopotamia, Próximo Oriente, y Egipto) en la Península de Anatolia, y se extendía por Asia a través de Mesopotamia desde el Cáucaso y el Mar Caspio hasta la India y la China.

En el siglo VII a. C., el vino, uno de los tres elementos de la trilogía alimenticia básica de la dieta mediterránea (trigo, aceite de oliva y vino) era ya la bebida más común del mundo helénico, siendo consumido cotidiana y abundantemente en todas las comidas.

Por su clima y por las características de su suelo, casi toda la Hélade era apta para el cultivo de la vid, pero hubo comarcas que se especializaron y alcanzaron fama por la calidad y cantidad de sus vinos, llegando a crearse verdaderas “denominaciones de origen”. Así, eran famosos los vinos de las islas de Rodas, de Lesbos, de Quíos y de Tasos. En esta última isla se cultivaba además una variedad de la uva moscatel que proporcionaba un vino dulce muy apreciado.

El utensilio específico para beber vino era el kílix (κιλιξ) especie de copa muy ancha y de borde muy bajo, decorada por fuera y por dentro con escenas mitológicas, guerreras e incluso eróticas. La decoración interior tenía la particularidad que se iba revelando a los ojos del bebedor a medida que consumía el contenido.

Los griegos conocían y elaboraban tanto el vino tinto, como el rosado y el blanco. A veces lo tomaban aromatizado con hierbas, con canela y con miel, o cocido con granos de cebada o frutas.

Pero la manera más común de beber vino era mezclándolo con agua, pues al parecer el vino griego era muy denso y su graduación alcohólica alcanzaba entre los 16 y 18 grados, mayor por tanto que la de nuestros actuales vinos de mesa.

El vino puro solía ser empleado como medicamento y se le atribuían variadas y curiosas virtudes medicinales, tanto si era bebido, como si se utilizaba en emplastes sobre la piel.

Las mujeres griegas bebían vino sólo en el uso de estas mencionadas propiedades medicinales, pues en general era una bebida dedicada exclusivamente al consumo masculino. La sociedad helénica no veía con buenos ojos el consumo de vino por las mujeres. Incluso en algunas poleis estaba formalmente prohibido que las mujeres bebieran otra cosa que no fuera agua. La única excepción a esta norma era la ciudad de Esparta, donde las mujeres bebían vino con toda normalidad.


AGUA

Obviamente el agua era la bebida más común y la más extendida. Incluso, era la única cosa que, exceptuando la leche y los zumos de frutas, podían beber las mujeres en muchas ciudades griegas.

Precisamente, sobre las mujeres recaía la responsabilidad de abastecer de agua el hogar doméstico, tarea que cumplían a diario, ya acarreándola personalmente las mujeres de clase humilde, ya supervisando el trabajo de la servidumbre las de clase acomodada. (Sobre el papel de la mujer en la sociedad helénica trataremos en otro artículo)

Los griegos sabían distinguir entre aguas blandas y aguas duras. También conocían las propiedades curativas y terapéuticas de las aguas termales o mineromedicinales de determinados manantiales. El ciudadano libre solía acudir a diario al gimnasio, donde además de realizar ejercicio y recibir masajes, se daba un baño ritual generalmente con agua fría.

En la Hélade se le daba una gran importancia al agua, como suele ocurrir en todos los lugares en la que ésta es un bien escaso. Grecia es un país de clima Mediterráneo, con lluvias estacionales generalmente escasas, y con veranos muy calurosos en los que los ríos sufren severos estiajes o, incluso, llegan a secarse. En la Grecia continental no existen ríos largos y, obviamente, en la insular aún menos. Debido a la complicada orografía del terreno, con montañas muy próximas a las costas, los ríos griegos son cortos y de caudal irregular, dependiendo del régimen de lluvias. Desde la más remota antigüedad, los helenos se vieron en la necesidad de recurrir a las aguas subterráneas mediante pozos y de almacenar el agua de lluvia.

Pero como es lógico, los griegos preferían el agua pura y cristalina de una fuente que manara continuamente, antes que el agua de un pozo. La costumbre de preferir el agua corriente a la estancada, es una constante humana que no ha cambiado en los últimos cuatro mil años.

4 comentarios:

  1. Hola Joan:
    Que gusto observar un tema bien desarrollado, con un tipo de lenguaje sencillo y que genera interés por leer el texto de principio a fin, sin provocar aburrimiento ni dejadez...
    Me has dejado varios términos que más adelante usaré en mis escritos, desconocía el "kílix", ha sido muy enriquecedor visitarte.
    Un abrazo desde el fin del mundo, y otro para mi querida Núria.

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  2. Huuuummmm... Tatiana, me encanta recibir comentarios. La verdad es que no estoy acostumbrado a ellos porque el tipo de temas que yo toco no suelen crear "seguidores fieles" ni "lectores adictos". De hecho, del rigor histórico, por más que se intente tratar con amenidad, no se puede esperar otra cosa. Me conformo con que quien me lea obtenga algo que le pueda ser útil.
    Agradezco y me ilusionan tus gentiles palabras.
    Recibe un abrazo de Núria y el mío propio.

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  3. Hola....ya tienes otro comentario.
    Sólo que sepa que estuve de visita y me ha gustado todo lo que he leido...Me gusta la historia y se lee muy facil como relatas.
    Un saludín.

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  4. Maluferre, amiguina, muchas gracias. Palabras como las tuyas siempre son un acícate que ayuda a seguir... y seguiremos, claro ¡¡¡Pero anda uno tan escaso de tiempo!!!

    Besines

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